domingo, 19 de junio de 2016

El #Kotel, el centro simbólico de una guerra entre hermanos, por Uriel Romano


[Para quienes conocen la historia del Kotel pasen a la última sección: “No más historia, actualidad”, sin embargo recomiendo leer la primera parte para entender un poco más a que estoy haciendo referencia. ]
Un poco de historia.
Hace 1946 años, en el año 70 d.e.c, el Segundo Templo de Jerusalén fue incendiado y destruido por las legiones romanas. Del monte del Templo no quedó nada. Lo único que se mantuvo fue una simple pared de las cuatro que bordeaban el monte. Años después los judíos fueron expulsados de Jerusalén. Ya no había Templo y ya no habían judíos en Jerusalén. Los judíos recreamos en otros centros de Israel y en la diáspora un judaísmo sin Templo; sin embargo en la memoria colectiva y en las plegarias el pueblo de Israel anhelaba algún día volver a pisar aquel Templo: centro político, religioso y cultural del pueblo judío por casi un milenio.
El Templo nunca se reconstruyó (aunque hubo un intento allá por el siglo IV d.e.c) sin embargo esa pared que nunca tuvo una “santidad” especial fue tomando con el paso de los siglos un significado especial. Durante la edad media a los judíos les era permitido entrar solamente a Jerusalén el 9 de Av (fatídica fecha que recuerda las grandes tragedias nacionales de nuestro pueblo, especialmente la destrucción del Templo). Y aquel día devotos judíos lloraban acariciando las piedras, el único remanente que quedó de aquel lugar sagrado y sacralizado. Así nació el término que los cristianos le dieron a aquella pared: “el muro de los lamentos”. Los judíos sin embargo desde antaño le dimos otro nombre: “Kotel HaMaaraví”, literalmente: “muro occidental” (por ser la pared occidental del monte del Templo), sabíamos que no era un lugar solo para derramar lagrimas sino que algún día sería también un lugar para celebrar nuestras alegrías.
Al regresar los judíos a la tierra de Israel a mediados del siglo XIX el Kotel comenzó a ser un lugar de encuentro y de peregrinación. Desde 1949 hasta 1967 los judíos no pudimos acceder al Kotel por estar bajo ocupación Jordana. En Junio de 1967 la historia cambió para siempre cuando el pueblo de Israel escuchó por radio las siguientes palabras “Har HaBait beIadeinu” (el monte del Templo esta en nuestras manos).
Un poco más de historia (pero más reciente).
Noten a los hombres y mujeres rezando juntos a comienzos del siglo XX.
El Kotel nunca estuvo dividido. Los 70 metros aproximados que tiene “la parte que conocemos” del Kotel era un lugar de rezo colectivo e individual durante generaciones. Las fotografías (irrebatible prueba) de la época, fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, muestran hombres y mujeres rezando juntos. Sin embargo con la creación del Estado de Israel, para ganar el apoyo de la comunidad ultra-ortodoxa que residía en el país, Ben Gurion llegó a un acuerdo: la comunidad ultra-ortodoxa manejaría y tendría el monopolio de las cuestiones religiosas del Estado (léase: casamientos, conversiones, certificados de Kashrut, entierros y el control de los lugares “sagrados” del pueblo judío). Y desde aquel entonces en el Kotel que nunca estuvo dividido se erigió una mejitzá (separación) entre hombres y mujeres.
Bajo este esquema los hombres observantes no teníamos mayor problema (salvo claro no poder rezar con nuestras parejas, familiares mujeres, amigas, etc.). El mayor problema lo tenían las mujeres que buscaban observar los preceptos allí en el Kotel. Las mujeres tenían prohibido colocarse Talit, Tefilín, leer de la Torá e incluso cantar. Con el correr de los años la ultra-ortodoxia, cada vez más cerrada e intolerante, prohibió incluso que en la explanada, donde se realizaban actos del ejercito de Israel, las mujeres pudieran cantar.
Hace 25 años la cosa comenzó a cambiar. Las mujeres del muro (Neshot Hakotel), grupo de mujeres de todos las denominaciones religiosas del judaísmo (desde la ortodoxia hasta el laicismo), comenzaron a llegar al Kotel cada Rosh Jodesh (comienzo del mes) para rezar juntas. Colocándose tefilín y leyendo de un Sefer Torá (cuando tenían la posibilidad de “contrabandear uno” para hacerlo ingresar a la explanada). Muchas de estas mujeres fueron escupidas, golpeadas e insultadas por los ortodoxos de turno y luego presas por “transgredir las leyes del Estado de Israel”.
Luego de más de 20 años de luchas y de sacrificio en busca de un lugar en el Kotel donde hombres y mujeres puedan rezar juntos en Abril del 2013 se escuchó con alegría en grandes sectores del pueblo judío una propuesta muy alentadora. El director de la Agencia Judía, Natan Sharansky, habló públicamente del plan de crear una sección igualitaria en el Kotel. Y luego de tres años de intensas negociaciones entre los sectores ultraortodoxos y representantes de las mujeres del Kotel y de los movimientos conservadores y reformistas a fines de enero del 2016 se llegó a un acuerdo histórico: se crearía una nueva sección, en la parte sur del Kotel (pasando el puente Mughrabi para quien conoce la zona), la cual no estaría bajo jurisdicción del “rabino del Kotel” sino bajo una comisión plural seleccionada por el propio primer ministro. El lugar se llamaría Azrat Israel (atrio de Israel) y estaría abierto para que cada judío rece según su costumbre. El Estado de Israel y la Agencia Judía se comprometían a aportar más de 30 millones de Shekel (unos 7.5 millones de dólares) para refaccionar toda la zona y para que ambas secciones del Kotel (la que contiene una mejitzá y la mixta) tengan la misma visibilidad, accesibilidad y comodidad. Las mujeres del Kotel se comprometían de esta manera a mover allí su Minian mensual y los sectores ultra-ortodoxos se comprometían a no invadir ni intervenir en aquel sector. Todo iba bien hasta que…

No más historia, actualidad.
Todo iba bien hasta que… el martes 14 de junio del 2016, el rabino Shlomo Amar, principal rabino de Jerusalén y ex-gran rabino sefaradí de Israel, decidió ingresar junto con la policía de Israel y un grupo de simpatizantes suyos de la extrema derecha religiosa a rezar en el Kotel igualitario levantando para eso una mejitzá. Diciendo frente a cámaras de televisión que él va a procurar impedir que este acuerdo (aprobado por la Kneset de Israel) se realice. Todo el Kotel, argumentaba él, le pertenece únicamente a los jaredim.

Esta provocación de una de las máximas autoridades políticas y religiosas no podía quedar en el olvido. Inmediatamente el movimiento conservador de Israel, secundado por el movimiento reformista, organizaron en dos días una plegaria multitudinaria e igualitaria en la explanada del Kotel. Un acto político y provocativo como respuesta a la invasión por parte de la ultra-ortodoxia de un espacio que sus mismos dirigentes accedieron a cederle (a regañadientes) a los sectores liberales del judaísmo.
La cita era el jueves 16 de junio a las 17hs. Allí más de 250 jóvenes y adultos, hombres y mujeres, reformistas y conservadores nos convocamos en la explanada del Kotel para poder rezar juntos la tefilá de Minjá. Con el correr de los minutos los hombres de “blanco y negro” con sus largas barbas y con sus anchos sombreros nos empezaron a insultar, a gritar, a empujar y a golpear. Nosotros intentábamos continuar con nuestro prometido: rezar y cantar juntos. Nos fuimos acercando hacia el mástil de la bandera de Israel, justo en el medio de la explanada, entre empujones y objetos que nos arrojaban unas decenas de ortodoxos que se reunieron en el lugar.
Allí mientras que los más jóvenes cantaban muchos tuvimos altercados verbales con ortodoxos que no dejaron por un momento de insultarnos, menospreciarnos y empujarnos. La policía decidió no intervenir. Entre un clima de tensión rezamos Minja. No fue la plegaria más espiritual de la que participe alguna vez, tampoco creo que esa era la intención, pero sí fue uno de los momentos más significativos de este año en Israel. Mientras respondía a la Kedusha contestando “Kadosh, Kadosh, Kadosh” escuchaba a decenas de ortodoxos insultándonos y haciendo sonar silbatos (no sé si todos los días salen esos muchachos con un silbato pero muchos tenían) para impedir que rezáramos en tranquilidad.

Entre más empujones e insultos la Tefilá concluyó. De a poco nos comenzamos a retirar pero decenas de Jaredim nos seguían insultando y empujando. Nunca vi tantos ojos llenos de odio como ese día. Aparte de los empujones e insultos descalificando nuestra fe, nuestras creencias y nuestra formas de vivir y de practicar diariamente el judaísmo comenzaron también a arrojarnos objetos. En lo personal recibí 3 botellazos llenos de agua (lo único medianamente contundente que pudieron encontrar a mano) uno me impactó en la espalda y otros dos cayeron cerca de mí. En un momento un grupo de Jaredim (estudiantes norteamericanos de alguna Yeshiva de la zona) se me acercaron y me preguntaron que tenía pegado en el pecho. Era un sticker que decía “Vehabtá Lereajá Kamojá”, amarás a tu prójimo como a ti mismo; el versículo central de toda la Torá. Me lo arrancó y me comenzó a preguntar quiénes éramos y quienes nos creíamos. Le conteste, lo más calmado que pude, que somos judíos que vivimos una vida plena de Torá comprendiendo que hay diversas formas de entender el judaísmo pero que lo más importante es amar al prójimo incluso aunque no sea o no viva como nosotros. Con violencia y desprecio rompió el sticker y me dijo (en ingles, no hablaba hebreo): “Si no te vas de acá inmediatamente voy a llamar a mis compañeros de Yeshiva para molerte a palos”. Yo me asusté pero algún extraño reflejo hizo que me quedara y con una tranquilidad que incluso a mi me sorprendió le pregunté: “¿Sabes que acabas de romper un versículo bíblico?” (Algo contrario a la halajá). Se quedó callado por un instante y unJaredí que estuvo escuchando todo este intercambio me dijo (este si hablaba hebreo):“Si el versículo fue escrito por un Goi (no judío) no tiene ningún valor y puede ser destruido”.

Ese joven Jaredí resumió en una oración todo lo que millones de ultra-ortodoxos piensan de nosotros. No somos judíos. Lo que hacemos no tiene valor ni santidad y por eso puede ser destruido (recuerden los episodios de pintadas y de vandalismo a sinagogas liberales en Israel) y menospreciado. En uno de los videos filmados por un periodista se escucha a un Jaredí gritando: “De acuerdo a la Ley judía ustedes no son judíos”. Mientras que el grito que más recuerdo de aquella tarde que se repetía una y otra vez era: “Salgan de aquí, este lugar no les pertenece”. En sus caras había odio, desprecio y un nivel de agresión más parecidos a hooligans que a estudiantes de Torá.
Finalmente me fui. Volviendo a casa y por un par de horas mi corazón palpitaba mas rápido de lo normal. Estaba herido, dolido y sorprendido. Nunca en mi vida presencie tanto odio. Duele saber que un hermano te odia tanto y que incluso no te considera su hermano. Estamos ante una guerra entre hermanos, aunque no lo queramos. A veces la guerra es más visible y otras veces se desarrolla por canales menos evidentes. Hace 1946 años el Templo de Jerusalén fue destruido por los romanos luego de cuatro años de una guerra interna entre diversas facciones del pueblo judío. Quisiera ser optimista y decir que frente a los enemigos externos que no distinguen entre un judío ortodoxo, conservador, reformista o laico, debemos todos unirnos como hermanos pero esto lamentablemente no sucederá, o no en el corto plazo.
La unidad como pueblo no llegará cuando todos seamos iguales y vivamos de la misma forma. Si Dios creó un mundo multicolor es porque no desea que todo sea blanco y negro. Si Dos creó diversidad en el genero humano y a cada quién creó con un rostro y una voz única es porque desea que seamos diferentes. La unidad como pueblo llegará solamente cuando aceptemos que no poseemos la única verdad, cuando creamos todos firmemente (y nosotros los liberales también) que no poseemos la versión única y más autorizada del judaísmo.
Para terminar un hermoso relato. El primer Shabat luego de la entrega de la Torá en cada tienda del pueblo de Israel en el desierto del Sinaí cada familia prendió una vela. Durante el día de Shabat las diversas familias se preguntaron por qué encendían una vela. Algunas familias contestaron que así lo hacían porque escucharon de la boca de Dios “Cuidarán (Shamor) en día de Shabat”, otros sorprendidos contestaron que así lo hacían porque ellos escucharon “Recordarán (Zajor) el día de Shabat”. La gente no podía comprender como podía ser que cada uno escuchó otra palabra de la boca de Dios. Y a esto se refería años después el Salmista cuando dijo: Una vez habló Dios; Dos veces lo he oído” (62:12). La gente comenzó a pelear, cada uno creía tener la verdad “revelada” y sostenía que el otro había escuchado mal. Y así pasaron casi todo la semana discutiendo sobre quien poseía la verdad. Se aproximaba ya el segundo Shabat y las discusiones no cesaban hasta que a un joven se le ocurrió una brillante idea: ¿Y por qué no encendían 2 velas, una por los que escucharon “cuidarán” y otra por los que escucharon “recordarás”? Y desde aquel entonces en cada hogar de nuestro pueblo dos velas arden en cada Shabat.
Que podamos siempre comprender que una vez habló Dios pero que Su mensaje se ha dividido en setenta lenguas y setenta interpretaciones.
Que podamos siempre comprender que de lo único que se puede hablar en singular es de Dios ya que toda Su creación es múltiple y plural.
El profeta Isaías nos dice que llegará el día en el cual todas las naciones rezaremos juntos al único Dios. Hoy 2700 años después necesitamos de renovados profetas que nos anuncien que por lo menos vamos a poder vivir (ni siquiera rezar) como judíos juntos y en paz.

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