martes, 4 de noviembre de 2014

EL PUENTE

¿Alguna vez has pensado en empezar una nueva vida en otro país renunciando a todo lo bueno de España?

Los diplomáticos del servicio exterior somos enviados a representar a nuestro país alrededor del  mundo y, además de desempeñar nuestra profesión, debemos adaptarnos junto con nuestra familia a un entorno extraño, a un idioma desconocido y a una mentalidad distinta, en definitiva, a una vida totalmente nueva.

La petición de un país de destino por parte del diplomático no es sencilla porque no tiene la capacidad de saber si el hipotético destino se va a adecuar a sus necesidades y expectativas profesionales y familiares. Antes de tomar una decisión debe realizar una exhaustiva investigación del país al que pretende llegar, debe preguntar y averiguar sobre muchas cuestiones, a pesar de lo cual, al final nunca va a estar seguro de si la decisión ha sido la correcta. Gran parte de su decisión se basa en intuiciones, recomendaciones de colegas e informaciones que vienen de otros que tuvieron la experiencia y a pesar de nuestra búsqueda previa de información, siempre nos quedará una sensación de incertidumbre y de temor ante lo desconocido.

Con estos sentimientos llegué a España hace 13 años, en 2001, tras unas averiguaciones que fueron asimismo de oídas pero que, afortunadamente, sí se acercaron mucho a la realidad: me hablaron de una excelente comida, buen clima, gente extrovertida, interesante cultura e historia, sitios turísticos maravillosos, deportes de alto nivel, etc., y fue por todo esto por lo que disfruté de una etapa de mi vida muy fructífera.

Digo que “afortunadamente se acercaron mucho” porque, cuando se trata “de oídas”, en esencia es problemático y difícil ajustarse totalmente a la realidad. En el ámbito judío decimos la frase hecha “mejor la visión que mil palabras” y en España existe el dicho “una imagen vale más que mil palabras” que, en definitiva, viene a transmitir la misma idea, que lo que escuchas la mayoría de las veces es totalmente distinto a lo que ves. Trata de pensar en cuántas ocasiones nuestra opinión sobre alguien, sobre un acontecimiento o un lugar se ve influenciada únicamente por haber leído o escuchado una información procedente de una figura o medio que goza de una aparente reputación o prestigio.

Un rumor es algo que circula entre la gente, (hoy en día sobre todo en los medios de comunicación) es algo que no está comprobado y que también puede ser fácilmente manipulado, simplificado y a menudo lanzado en contra de algo o alguien para dañarle. La fuerza del rumor se incrementa por la cantidad de público que lo escucha y, en función de su tamaño, parece tener mayor veracidad. En ocasiones se convierte incluso en prejuicio y más tarde en estereotipo para filtrarse finalmente en las múltiples manifestaciones culturales de una comunidad. Los rumores se han propagado desde antiguo, ya en la Biblia vemos uno de los primeros rumores que le llegan a la reina de Saba acerca de la sabiduría del rey Salomón y que hacen precisamente que ella viaje a Israel con la intención de comprobarlo personalmente.

Rumores y prejuicios, a pesar de que suelen tener tintes negativos, a menudo forman parte de nuestras vidas debido a nuestra incapacidad de abarcar la totalidad del conocimiento humano y experiencial de todo. Tomamos cada día cientos de decisiones, desde las más pequeñas a las más grandes o importantes y no todas son racionales, la mayoría están basadas en sensaciones, emociones, intuiciones, instinto, en eso que nace del estómago y, por lo tanto, también parten de rumores, comentarios y prejuicios.

Cuando alguien ya tiene cualquier prejuicio y oye algo que lo contradice, se produce en su cerebro una disonancia cognitiva que va a provocar que haga todo lo posible para rebatir esta información nueva y contradictoria, aunque sea veraz, todo con tal de no reconocer que con anterioridad estaba equivocado o que no tenía la información correcta y completa.

En materia legal, en los países desarrollados los rumores no tienen valor de prueba en los juicios por la simple razón de que en cuanto a un testimonio de oídas sólo se puede comprobar efectivamente que “se escuchó tal cosa”, pero no que el hecho se produjera en realidad o sea cierto. El rumor y el prejuicio pueden dañar mucho y aunque finalmente se niegue y se demuestre su falsedad, siempre quedará la duda de la difamación hecha y de la calumnia realizada. En el judaísmo decimos que cuando alguien difama o calumnia mueren tres personas: la que lo hace, la que es objeto de la difamación o calumnia y aquel tercero que lo escucha. Es ciertamente grande la influencia de esta gente que extiende rumores y falsedades y que es capaz de cambiar incluso la opinión general respecto a personas, situaciones y también países.

El pasado mes de agosto llegué a España esta vez para ser Cónsul de Israel y en esta ocasión la situación fue diferente porque mi decisión de regresar se basó en mi propia visión  e imagen del país y en mi experiencia en primera persona de hace 13 años, precisamente por eso fue sencilla, porque conocía ya a sus gentes, su cultura, sus costumbres, etc.

Ahora como Cónsul tengo relación con muchas personas que van a viajar a Israel, unas no conocen mi país, mientras que otras van a repetir su experiencia, y es precisamente porque lo conocen por lo que les resulta fácil decidir regresar, de la misma manera que lo ha sido para mí en el caso de España. Sin embargo, otros ni siquiera se plantean acercarse a conocer Israel precisamente por la información distorsionada o parcial que le han hecho llegar y que en ocasiones le hace sentir temor o desconfianza, lo cual, paradójicamente, cambiaría si hicieran como la reina de Saba y se animasen a realizar la comprobación por sí mismos.

Aquellos que sí llegan a Israel por primera vez, habitualmente se quedan sorprendidos y a menudo maravillados porque la imagen o visión que tienen del país, “de oídas”, y generalmente fruto casi exclusivamente de comentarios y de lo que transmiten los medios de comunicación, no tiene nada qué ver con lo que encuentran: gente cálida, diversidad cultural, innovación y alta tecnología, rica gastronomía, una sociedad dinámica y multicultural, etc. y que posee muchas similitudes precisamente con España.

Por todo esto os invito a hablar de Israel pero no a partir de los comentarios de otros, no a partir de lo que oigáis aquí y allá. Os invito a que viajéis vosotros mismos a Israel en cuanto tengáis ocasión y lo veáis con vuestros propios ojos para hablar desde vuestra propia mirada y desde vuestra propia experiencia.  

Itzhak Erez Arzuan
Cónsul de Israel en España

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