Muchos llaman al paseo marítimo entre Tel Aviv y Jaffa el “paseo de la coexistencia”. En este lugar, israelíes judíos y árabes, ortodoxos y laicos, cristianos y musulmanes, e incluso grupos de palestinos de Cisjordania que llegan en autobuses organizados para visitar el mar se cruzan a todas horas del día. Hace poco más de dos semanas, cuando como cada día al atardecer hacía una caminata, se escucharon gritos a cientos de metros. En segundos aparecieron decenas de coches de policía y ambulancias que se lanzaron sobre el final del paseo.
A lo lejos, vimos un joven guitarrista callejero y melenudo que golpeó a un joven palestino en la cabeza con su guitarra. El palestino era un joven de 22 años procedente de la ciudad cisjordana de Kalkilia que acababa de volver de una peregrinación a la Meca. Acababa de apuñalar y matar a un turista americano que paseaba con su mujer e hirió a otras diez personas. A pesar de estar aturdido por el golpe del guitarrista, huyó de los policías que le seguían e intentó atacar a la gente que se encontraba en los coches atascados en un embotellamiento hasta ser abatido por un policía entre gritos exaltados: “¡Dispárale, dispárale!”