Las balistas romanas arrojaban piedras sobre los sitiados en Jerusalén causando una gran destrucción. Al parecer, al principio los judíios esquivaban las piedras pues al ser blancas las veían con tiempo. Entonces, según Josefo "a los romanos se les ocurrió pintarlas de negro, así acertaban el tiro y mataban de un solo golpe numerosos judíos"
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