Desde hace más de 20 años –y en especial durante la Segunda Intifada (2000-2004), la Segunda Guerra de Líbano (2006) y las tres operaciones contra Hamás en Gaza (2009, 2012 y 2014)–, el Estado de Israel, por razones que aún están pendientes de consenso, ha sido objeto desobreexposición mediática e intoxicación desorbitada desde numerosos medios de comunicación serios y respetables, así como de un escrutinio parcial por parte de muchos países y organizaciones internacionales. Ahí están los ejemplos del asesinato de Mohamed al Durah o lamanipulación fotográfica de Reuters, entre otros. Tenemos asimismo las resoluciones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU contra Israel (entre 2006 y 2015 condenó 61 veces a Israel y 55 veces a todos los demás países del mundo combinados) o la resolución aprobada el pasado día 13 por el comité ejecutivo de la Unesco.
Los líderes y funcionarios del Estado de Israel, entonces y ahora, siguen desorientados ante este fenómeno que no han sabido confrontar. Los responsables gubernamentales, que nunca han estado del todo convencidos sobre eso de explicar lo que hacen y por qué lo hacen a un Occidente y, sobre todo, a una Europa que se han mostrado en muchas ocasiones incomprensivos y obtusos ante las posiciones israelíes, han reaccionado tarde y mal, y la mayoría de sus iniciativas han generado más confusión sobre el conflicto, sobre las acusaciones falsas contra Israel y sobre su legitimidad como miembro de la comunidad de naciones.
Acompañado del movimiento conocido como hasbará (en hebreo, “esclarecimiento”), nacido de la iniciativa privada, desorganizado y caótico –de ahí surgieron chapuzas sonadas como falsificar una foto del Orgullo Gay, cuando no era necesario–, el Gobierno de Netanyahu creó en 2009 el Ministerio de Diplomacia Pública con el objetivo de contrarrestar la mala prensa que Israel tenía, y que sigue teniendo. Sus resultados son, cuando menos, pobres. En 2013, una encuesta de la BBC reflejaba que Israel era el país menos popular del mundo, con un 52% de encuestados identificando la influencia de Israel como “muy negativa”. En la web TopTen, Israel es el 6º país más odiado del mundo; en ABC News Point, el 2º.
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