Así solía decir (el sumo sacerdote, en el día de la Expiación): oh Dios te ofendió, transgredió, pecó delante de Ti tu pueblo, Israel. Oh Dios perdona. Los sacerdotes y pueblo estaban en el atrio cuando oían el Nombre que pronunciaba claramente, se postraban con el rostro en tierra y decían: "bendito el nombre de la gloria de su reino por siempre jamás".
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