La creencia de que el terrorismo palestino se origina en la ocupación de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este en 1967, tras la aplastante victoria militar israelí en la Guerra de los Seis Días, está muy extendida. Pues bien, es una mentira que no resiste un mínimo repaso histórico. Ni que decir tiene si el análisis se hace desde la moral.
Desde 1949 hasta 1967, cuando Gaza estaba administrada por Egipto y Cisjordania y Jerusalén Este por Jordania, se perpetraron más de 50 ataques terroristas contra israelíes. Además, antes incluso del establecimiento del Estado de Israel tuvo lugar la revuelta árabe de 1936-1939, en la que se cometieron matanzas como la de Tiberíades. Unos años antes, en 1929, una muchedumbre encolerizada instigada por el líder árabe palestino de entonces, el gran muftí de Jerusalén –protegido del mismísimo Hitler–, asesinó a 67 judíos en Hebrón y a 20 en Safed.
El axioma “el terrorismo es causa de la ocupación” es, pues, un mito más, que pesa sobre el conflicto entre israelíes y palestinos y que daña las expectativas de paz. Lo mismo cabe decir de otros mitos que pesan sobre la ocupación militar israelí en Cisjordania y sobre los colonos.
Richard Falk, enviado del Consejo de Derechos Humanos de la ONU –ese que tiene una obsesión con Israel, tal como dejó claro el anterior secretario general, Kofi Annan– para la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos, afirmó en 2010 que la ocupación militar de Israel era un crimen contra la humanidad. Falk, dicho sea de paso, desprende siempre cierto tufillo antiisraelí, hasta Ban Ki Moon lo ha percibido. Pero con acusar a Falk de esto o de aquello no lograremos gran cosa. Lo mejor será recurrir a datos e informaciones que nos ayuden a saber qué pasa con Cisjordania y con las colonias judías repartidas por dicho territorio, de lo que ya hemos hablado anteriormente.
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