Los romanos penetraron en el Templo y lo prendieron fuego. Josefo describe el incendio y la impotencia de Tito para lograr la obediencia de sus tropas: "Intentó (Tito) convencer a los soldados para que apagaran el fuego y ordenó al centurión Liberalio obligar a golpes a los que desobedecieran. Pero su odio contra los judíos y un fiero ímpetu guerrero estuvieron por encima del res respeto a Cesar" También describe Josefo la matanza posterior: "Tuvo lugar el saqueo de todo lo que se encontraba y una incontrolable matanza (...) no hubo compasión por la edad ni espeto por la dignidad (...) fueron degollados sin distinción niños, ancianos, laicos y sacerdotes"
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