En el asedio a Jerusalén, las legiones romanas hicieron uso de una sofisticada maquinaria bélica para derribar las murallas y tomas la ciudad. Sobre montículos artificiales los romanos situaron balistas, que disparaban grandes proyectiles, onagros, que podían lanzar piedras hasta a 800 metros, o arietes con cabeza metálica para derribar muros. Según cuenta Josefo "todas las legiones disponían de admirables máquinas, si bien con diferencia la décima contaba con las mas potentes oxibelas (una especie de ballestas gigante) y con las más grandes balistas, con las que no solo repelían las salidas enemigas, sino también a los que estaban en las murallas.
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