LA
MEDIOCRIDAD DE LA JUDEOFOBIA
Por Shaúl Ben Abraham
Se sabe que Albert
Einstein dijo las siguientes palabras: “Solo hay dos cosas infinitas: el
universo y la estupidez humana; pero de la primera no estoy muy seguro”. ¿Pero
realmente hay pruebas de ello? Ciertamente hay muchas y aquí reseñaré una de
ellas.
Doy pistas. Ahí está pero no se sabe porque, ni exactamente cuándo ni dónde
surgió. Los que la profesan cuando les conviene la niegan y la refirman bajo
crueles sofismas; es vieja pero de consecuencias históricas recientes, no es
religiosa, pero se le parece; no es política, pero lo involucra, y sobre todo
hace que personas dispares y contrarias se parezcan.
Pero descubramos con unas preguntas a que me refiero ¿sabe qué tipo de
estupidez ha durado por muchos siglos de país en país y se ha encarnado en todo
tipo de personas? Otra pregunta para que precisemos mas ¿Qué pueden tener en
común – aparte de ser humanos, de ser escritores o personas famosas- Estrabón,
Tácito, Plutarco, Apión, Alejandro Severo, Justiniano, Crisóstomo, muchos
Papas, Napoleón, Moliere, Nicolás I, Henry Ford, Wal Disney, Jacques Cousteau,
Briggite Bardot y Phil Collins entre otros? La respuesta es su antisemitismo, o
más exactamente su judeofobia. Todos y cada uno de ellos ha dado su cuota
verbal y ha contribuido a perpetuar, desde su relativa fama, una de las peores
y más antiguas y marcadas formas de la discriminación y del prejuicio.
Ciertamente la lista de personalidades de esa pregunta es muy pequeña, de hecho
faltarían personalidades que nunca se les consideró “antisemitas”, como por
ejemplo al insigne hombre que dijo lo siguiente:
¿Qué habremos de hacer,
nosotros… con esa raza condenada y proscrita de los judíos?… He aquí mi honrado
parecer. Primero, habrá que prender fuego a sus sinagogas… Segundo, habrá que
desbaratar o destruir sus hogares… Tercero, habrá que privarlos de sus
libros de oraciones… Cuarto, habrá que prohibir, bajo pena de muerte, que sus
rabinos sigan enseñando… Quinto, habrá que prohibir rigurosamente la libertada
de movimientos y privilegios de libre paso… Sexto, se les habrá de prohibir que
ejerzan la usura… Séptimo, habrá que obligar a los judíos y judías jóvenes y
fuertes a que empuñen el hacha y el azadón, la pala y la rueca, para que ganen
el pan con el sudor de su nariz y (por ultimo)… habrá que hacerlos del país y
acabar con ellos de una vez para siempre.
No señores, esa no es
la voz de Hitler, pero sí de alguien que lo ayudo a engendrar
ideológicamente: Martin Lutero. ¿Qué, Martín Lutero? ¿El mismo de las 95 tesis
contra la Iglesia Católica Romana? El mismo. Estas palabras las dijo en 1543
cuando supo, por fin, que los judíos no se convertirían a su predicado
cristianismo. Pero las conciencias de sus seguidores, los protestantes, pueden
estar tranquilos que nadie a él lo ha consideró alguna vez antisemita ¡Y qué
tal que lo hubiera sido!
Pero paso a considerar
un punto que no puede pasar sin ser discutido. El término “antisemitismo”, es
en todos los sentidos un error, es un distractor que oculta una realidad más
cruda, una realidad que con más propiedad debe ser llamada judeofobia o
antijudaismo. El termino fue acuñado por el austriaco Wilhem Meir en 1897, un
insigne “antisemita” que se propuso dejar en circulación una palabra que
abarcara tan viejo sentimiento. Pero aclaremos las cosas, la verdad no hay
antisemitismo, y si lo hubiera los que lo profesan deberían odiar también a
todos los descendientes de Shem. Pero no, en la práctica se odia a los
judíos, se los odia porque si, por qué no, porque me miro mal, porque no me
miro, porque ellos comen kosher o por qué no comen, porque se viste como yo, o
por que usan atuendos raros, y porque… me canso nada más de pensarlo.
En muchas ocasiones en las que Israel ha tenido enfrentamiento con los grupos
terroristas que son alentados por algunos palestinos en Europa se han
presentado continuos ataques a Sinagogas, centros culturales judíos e
instituciones israelitas. En retrospectiva puedo recordar como en Egipto en el
año 400 a.e.c un grupo de sacerdotes atacaron un templo judío que se
encontraba a orillas del Nilo. Siglos después en Venezuela, durante el
gobierno de Chavez, el 10 de febrero de 2009 se presentó un ataque a la
Sinagoga de Caracas. Cerca de 2400 años han pasado y en este tema no se ha
avanzado mucho.
Lógicamente los motivos a los que se aduce para justificar estos ataques son
muchos y han cambiado de esfera simbólica: En lo político los judíos manejan el
mundo, en lo teológico son los pecadores que mataron a Cristo, en lo económico
ellos son los dueños del dinero; en lo moral son los inmorales moralistas que
crearon la conciencia; en lo social son discriminadores. Y así es en otros
muchos aspectos en que se los trae de aquí para allá en la boca de todos, de
acuerdo al gusto y disgusto que produzcan: los de la izquierda dicen que son
unos reaccionarios, los de la derecha los acusan de inventar el comunismo, los
ricos que son unos miserables y los pobres que son ricos, los racistas los
acusan de apoyar el mestizaje para terminar con el mundo blanco, y ciertos
grupos negros los acusan de racistas (ignorando muchas veces que uno de los
grupos más antiguos del judaísmo está compuesto por negros: los Beta Israel).
Si se callan es por andan conspirando algo y si hablan es porque ya han
alcanzado su complot. Los cientificistas y ateos dicen que ellos promueven la
perniciosa idea de Dios y los religiosos que son ateos. Malo si viven en
guettos y malo si viven en Palacios. Malo si están entre los países y malos
también por que lograron estar en Israel
¿Y por qué tanto odio?
Las razones no son claras, al parecer solo acontece, está ahí. Por años he
recolectado información para tratar de entender este fenómeno en términos
antropológicos y no podría llegar a una sola conclusión. Lo claro es que frente
a la tención odio-odiado, el triunfador ha sido en este caso el segundo, a
pesar, muy a pesar, de todas las almas que tuvieron que perderse para lograrlo.
¿Y por qué digo que ha triunfado el odiado? Porque todavía el pueblo judío está
aquí. Cerca de 23 siglos de discriminación y el pueblo judío está aquí y muchas
de las naciones que los quisieron destruir son historia ¿Dónde están los
romanos? ¿Dónde los babilonios? ¿Dónde están los antiguos egipcios? ¿Dónde
están los griegos de la Hélade? La respuesta es clara: el caído siempre es
Goliat, por más grande que sea y no David. El judaísmo no es historia, es total
actualidad.
Pensando en uno de los cientos de tópicos que ha desarrollado la judeofobia, me
pregunto ¿de dónde vendrá el mito de que los judíos dominan Estados
Unidos? ¿Se olvidan, los que mantienen esta creencia, acaso que el poder árabe
en Estados Unidos es realmente mayor aun? La verdad es que en el país del Tío
Sam también han sido discriminados. Desde Peter Stuyressant que los expulsó de
lo que entonces era Nueva Amsterdam, el actual Nueva York, hasta 200 años
después el general Ulysses S. Grant que acuso a toda la comunidad judía de ser
espías. De ahí en adelante otras voces han resonada en el país de las barras y
las estrellas: el padre Coughlin, los escritores Henry Adams, Jonh Jay Chapman
y Ezra Pound y desde luego el ya mencionado Henry Ford que popularizo los
falsos y archiconocidos Protocolos de los Sabios de Sion y puso su cuota
literaria con un libro que mandó a escribir para él, el Judío Internacional. Es
en Estados Unidos donde precisamente tienen su sede la agrupación Naciones
Arias, que por su nombre el que lea sabrá que no me refiero a una institución
de beneficencia.
Otro motivo típico es
la discusión en torno a la expresión “pueblo elegido”, misma que muchos tildan
de excluyente y racista. Sin embargo dicha expresión, que de paso es una mala
traducción, no connota para nada un sentido de superioridad. Por el
contrario, la creencia en una raza superior no fue una idea judía, es una
idea que ha tenido muchos autores en diferentes grupos humanos, en
especial en aquellos que han alcanzado un nivel imperial, como los
babilonios, los griegos, los persas, los romanos, los ingleses… los nazis.
Querer compararlo con la idea de “pueblo elegido”, tal y como está en el Tanaj
o las Escrituras Sagradas del judaísmo, es un rotundo desacierto; cuando los
judeófobos mención “elegido” aluden el concepto a partir de una
traducción no muy exacta de la palabra segulá, que debería traducirse más bien
como “atesorado”. Entre otras cosas lo de elegido en verdad no hace superior a
nadie, por el contario pude tener muchas desventajas. Ciertamente indica
distinción, ¿pero qué pueblo no apela su distinción del resto?
Pero la verdad no se para que explico esto si para el judeofobico no haya
más que maldad en el judío per se, intrínseca, propia de sus ser natural, y
nada bueno puede salir de él, y así cualquier explicación, cualquier apología
sobre el carácter ontológico del judío se tomará como un arma en su contra. La
judeofobia no puede vencerse con razonamientos puesto que ella misma es
una negación de ellos, se fundamenta en el odio y en la continua acusación que
por donde quiera que se la quiera ubicar se transforma en una nueva forma
de ilógica capaz de sacar cualquier disculpa para no concederle nada a su favor
al judío. Como dice
Jean Paul Sartre en sus Reflexiones sobre la cuestión
judía:
La frase: “Odio a los judíos” es de las que se pronuncia en grupo; al
pronunciarla se adhiere a una tradición y a una comunidad: la de los mediocres.
Por eso conviene recordar que no es necesariamente humilde ni siquiera modesto
porque se haya aceptado la mediocridad. Todo lo contrario: hay un orgullo
apasionado de los mediocres, y el antisemitismo (sic) es una tentativa para
valorizar la mediocridad como tal, para crear la “elite” de los mediocres”
Los fracasos, los problemas, las frustraciones siempre necesitan sus chivos
expiatorios, en muchos casos históricos lo han sido los judíos. Evidentemente
no son los únicos. En muchos casos lo han sido también los indígenas, los negros,
los gitanos y todos aquellos grupos que por su condición han sido perseguidos,
ultrajados y asesinados.
Los judeófobos deberían ser consecuentes y no deberían nunca hacerse el favor
de leer, oír, ver, entender, a unos grandes del mundo intelectual y cultural
como: Maimonides, Baruj Spinoza, Levi Strauss, Franz Kafka, Karl Kraus,
Celan, Mahler, Albert Einstein, Jacques Derrida, Walter Benjamin, Alban Berg,
Emanuel Levinas, Hofmannsthal, Herman Cohen, George Steiner, Primo Levi,
Daniel Baremboin y tantos otros que aquí no mencione y que han pensado el mundo
y lo han mejorado; desde esta nota les pido ¡Por favor no los lean! Le hacen un
favor a su causa cuando mantinen tanta ignorancia, aunque no le hagan un favor
al resto de la humanidad. Síganse engañando con Hitler, con Jean Boyer,
con Henry Ford, con Maurice Pinay, con I.B Pranaites y con una larga serie de
autores de pacotilla que se envenenaron en sus ideas de odio.
Como bien lo recuerda
George Picht, en su libro Mut Zur Utopie (Frente a la Utopia), los nazis tenía
un lema que es todo lo contrario a lo que es la condición humana: “Así somos y
así queremos seguir siendo”. Fueron seres incapaces de distanciarse de sí
mismos, de su historia, de sus errores, por eso fueron y son la epitome de la judeofobia,
por eso nacieron para acabar siendo ellos mismo, para autodestruirse, como dijo
alguna vez Borges de ellos. El judaísmo en su esencia enseña todo lo
contrario, por eso renace y se encuentra en cada época más fuerte, porque el
judaísmo autentico, el de la Toráh entendida bajo la voz de los sabios, nos
enseña a encontrarnos con el Yo Esencial y a salir de las garras de ese Amalek
que es el Ego, el mismo que merece ser olvidado, el mismo que debe ser quemado
en los altares de la conciencia.