En ocasiones hay personas a tu alrededor que poseen una historia de vida increíblemente especial e impactante de la que, sin embargo, tú no tienes la menor idea. Se trata de tus vecinos o de tus compañeros de trabajo, de gente común y corriente, que siempre ha estado de una u otra forma presente en tu vida pero, cuyo mundo no descubres hasta que algo de repente sucede. Y es precisamente en ese momento, en el que aparece la maravilla que se escondía tras la cotidianeidad de su vida.
A modo de homenaje personal, en estas líneas quiero compartir con vosotros la historia de una familia “común y corriente”, que vivió en mi kibutz en Israel durante los últimos 66 años y a quienes conocía como el panadero y la enfermera, como Fernand y Carmela.
Hace un mes supe que falleció Carmela, en uno de estos últimos y soleados sábados de finales del invierno en Israel. Mi padre me telefoneó para hablarme de lo sucedido, mientras destacaba que estábamos al final de toda una época y que hemos perdido a la última luchadora de la Guerra Civil en España.
Esto es lo que mi padre me contó:
Carmela nació en 1918 en Torreblanca (Castellón) en el seno de una familia de agricultores con 5 hijos. Cuando estalló la Guerra Civil y se reclutó a las tropas republicanas, Carmela, de 18 años, se alistó como enfermera.
Mientras en Francia, donde había llegado con su familia Fernand Beiggelman, hijo de un zapatero judío de Kishinev en Besarabia, a sus 20 años se alistó en las Brigadas Internacionales y, junto a otros 500 voluntarios franceses, cruzó la frontera española en 1936. Llegó primero a Barcelona, más tarde como subteniente participó en la lucha por Madrid y acabó siendo herido en Córdoba y dado allí por muerto.
Fernand estuvo ingresado en varios hospitales, en Tarragona y finalmente en Valencia, donde conoció a Carmela, donde trabajaba como enfermera, y donde se enamoraron. Tras su recuperación, la pareja se trasladó a Torreblanca y tuvieron a su único hijo Jacob, sin embargo, no permanecerían mucho allí ya que con el final de la guerra decidieron mudarse a París junto a la familia de Fernand.
Al poco tiempo, los nazis entraron en París y apresaron a Carmela y a su hijo, pero Fernand, disfrazándose con un uniforme de la Gestapo, consiguió liberarlos y huyeron los tres de Francia a través de España y Portugal hasta llegar a Casablanca, donde Fernand se alistó en el Ejército de la Francia Libre al mando del General Leclerc.
Con la entrada de los aliados en Francia Fernand, como paracaidista, participó en la liberación de París y posteriormente también en la de Viena.
En 1945 con el final de la II Guerra Mundial se reunieron con él Carmela, su hijo y el hermano pequeño de Fernand, único miembro de la familia que había sobrevivido en el campo de exterminio de Auschwitz. Y en 1949 toda la familia fue a vivir al kibutz Gvat, al norte de Israel, donde se convirtieron Fernand en el panadero y Carmela en la enfermera del consultorio.
Allí les conocí yo, allí les recordaré siempre, y fue allí también donde creció su hijo Jacob y de donde salió para convertirse en piloto de las Fuerzas de Defensa de Israel.
Carmela falleció en febrero y la despidieron su hijo, sus cuatro nietos, sus dieciséis bisnietos y todos los miembros de mi kibutz.
Descansa en paz, Carmela.
Hamutal Rogel-Fuchs
Portavoz de la Embajada de Israel en España
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