Será por el color de sus rocas -un gris roído que hace honor al paso de los milenios- o por sus casas apiñadas que se asoman al barranco como si fueran a despeñarse o por la aridez del Belvedere, pero Matera no parece una pequeña ciudad del sur de Italia y su tiempo no encaja en el siglo XXI.
Sus habitantes presumen de vivir en una de las ciudades más antiguas del mundo -los orígenes se remontan al siglo III-, y quizá por eso este enclave a unas tres horas de Nápoles fue el escogido para recrear la Jerusalén en la que Ben Hur y Messala pasaron del amor fraternal a la sed de venganza. La historia de siempre que ahora vuelve actualizada a los cines
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